27 de julio – Escala en Carmen del Enero, Comunidad Tacana I
428 km y noveno día de navegación desde Guanay
Después de pasar la noche en la selva a la orilla del rio, nos levantamos a las 5:30 de la mañana para comenzar el día temprano. Remamos todo el trayecto. Una pequeña ensalada completa los restos de frijoles negros que habíamos guardado del día anterior.
A primera hora de la tarde, pasamos cerca de un árbol en pie en medio del rio. La ocasión es demasiado buena para dejarla pasar, así que nos amarramos y tomamos unas bonitas fotos del barco. Encendemos el motor para la maniobra y nos dirigimos hacia él, remontando la fuerte corriente. En pocos segundos, el motor se detiene tras perder rápidamente revoluciones. Comprendemos enseguida que algo se ha enrollado en la hélice.
La corriente empieza a ejercer mucha fuerza sobre el eje del motor. Meto las manos en el agua gritando que no enciendan el motor. Siento un cabo enrollado alrededor de la hélice y empiezo a desenrollarlo. Hay demasiado, así que tomo un cuchillo y corto esa pequeña cuerda. Quedamos libres y el barco vuelve a moverse.
Subo ese trozo de plástico a bordo y descubro un anzuelo del tamaño de una mano, con un pequeño pacu que sirve de cebo. El tamaño del conjunto nos deja pensativos sobre el pez destinado a comer ese cebo.
Llegamos temprano a Carmen del Enero. El capitán Suarez nos avisa por radio que estamos invitados a cenar. Mucha gente se reúne en la orilla para vernos llegar. Los niños corren para seguir a Pipilintu, que llega lentamente al muelle. Es una bienvenida de ensueño por parte de todo el pueblo.
La comunidad Tacana I cuenta con unas 800 personas. Tienen un dialecto oficial, una escuela que llega hasta la secundaria y casas con techos de motacu y jatata. El “correridor”, administrador de la comunidad, nos recibe dándonos un recorrido por el pueblo. Nos muestra inmediatamente el sepo, herramienta de castigo en la que quien comete una falta es sujetado por la pierna, la muñeca o incluso el cuello en la plaza pública. Se nos informa de la justicia local.
Algunos de nosotros se ocupan de presentar el barco. Emprendemos la tarea de terminar la pintura de la mariposa en la vela. Niños del pueblo sacan pinceles y nos ayudan. Otros se unen al partido de fútbol en curso.
Por la noche, somos recibidos en la casa del correridor. Su esposa cocina un pescado con arroz. Comemos hasta sentirnos pesados. El cansancio cae sobre nuestros hombros. Es de noche en el pueblo y el parpadeo de las farolas fluctúa con el zumbido lejano del generador eléctrico. Hace tanto calor.
El correridor nos informa que la ceremonia prevista para nuestra llegada no se llevará a cabo. Genial, estoy agotado. Me dirijo entonces hacia mi hamaca. Disfruto del olor en el pueblo, la belleza de las casas y, sobre todo, la ausencia de mosquitos. Me voy a dormir.
28 de julio – Salida 9 h
Al día siguiente, estamos invitados a desayunar a las 7 h. Preparamos nuestras cosas y comemos un paixe, un enorme pez de carne tierna.
Es el primer día de clases para los alumnos. El director nos invita a decir unas palabras mientras nos preparamos para soltar amarras. Vamos al patio de recreo y esperamos detrás de unos cincuenta alumnos, de entre 6 y 17 años los mayores.
Benjamin se esconde detrás de una grada y finge un aire juguetón. El capitán Suarez nos explica que la cancha de baloncesto está cubierta con unos diez centímetros de tierra, depositada por los sedimentos de las inundaciones del pasado febrero.
El director nos llama e introduce nuestra expedición ante los niños. Tomo la palabra y comienzo a hablar de la expedición. Benjamin me había animado diciendo que había que hablar fuerte y hacer mímica para los niños. Así que hablo fuerte e imito el gesto de remar dos veces.
Luego habla Benjamin y después Thomas. Thomas da su punto de vista sobre el significado de Pipilintu. La mariposa monarca es capaz de viajar varios miles de kilómetros, poco a poco. Su metáfora insiste en la importancia de los sueños, incluso si tardan en alcanzarse.
Su visión complementa agradablemente la explicación que yo había dado hasta ahora del nombre de la expedición. Disfruto escucharlo y vuelvo a tomar la palabra para decir algo sobre nuestra colaboración con el ejército.
El capitán Suarez me sorprende con las palabras que utiliza para criticar las explotaciones mineras y la caza furtiva de árboles. Insiste en la preservación de su modo de vida, pescando para subsistencia y utilizando los recursos del bosque solo para sus propias necesidades.
Un maestro toma luego la palabra y retoma lo dicho por Thomas, completando la importancia de tener sueños e ilustrando los sacrificios que esto puede implicar.
El director nos invita a sentarnos y nos ofrece un refresco. Esta escuela está compuesta por maestros y maestras de La Paz. Disfruto viendo su costumbre, sirviéndome un vaso de este pequeño refresco con sabor artificial a piña.
Los dos meses de construcción del barco en Huatajata me han dado adicción a los refrescos y siento un placer culpable al servirme otro vaso. Aquí, en el Oriente, las costumbres no son las mismas. La coca no es una necesidad vital.
Escuchamos la banda de la escuela tocar un himno mientras las filas de alumnos entran una a una, en fila india, a sus aulas. Es hermoso ver esta vida de pueblo centrada en los niños.
Más tarde en el día, Santi nos abrirá su botella de refresco casero de piña fermentada. Es mucho mejor.
Llegamos a Monterrey bajo un aguacero torrencial. El tiempo había estado amenazante todo el día. Tomamos una comida preparada por una mujer por 12 bs (unos 0,80 €), arroz y pescado. También prepara una tortuga para sus hijos. Nos dormimos a las 21 h.