¿Por qué estoy construyendo un barco de totora a orillas del lago Titicaca?
Es una pregunta válida antes de empezar, ¿no? Tal vez...
Justo cuando pongo un pie en tierra en Guayana Francesa después de 22 días a bordo de mi pequeño velero, me entero de que unas personas hicieron exactamente el mismo trayecto —de Dakar a Kourou— ¡pero remando! Me deja asombrado. ¿Cómo lograron remar esa ruta cuando yo apenas logré terminarla? Días después, durante un entrenamiento en piragua en el río Kourou, conozco a una mujer que participó en esa carrera. Ese encuentro planta una semilla en mi cabeza. Mientras inicio un viaje en bicicleta de 5000 km hasta Ushuaia, ya estoy soñando con lo que vendrá después: una expedición a remo.
Este primer párrafo da pistas sobre los proyectos que me inspiran. Me gustan las historias centradas en la conexión humana, con recursos simples, pero mucha creatividad. Un velero es una concentración de relaciones humanas, forjadas por cientos de decisiones diarias sobre la vela, el viento, el rumbo. Un viaje en bicicleta te lleva directamente al corazón de la vida de la gente, a sus casas, sus jardines, su intimidad...
Viajar con pocos recursos es una respuesta directa a la conciencia de los límites planetarios. Desde niño, fascinado por documentales de Arte y France 5, he tenido esta necesidad de viajar. Pero resulta contradictorio disfrutar de paisajes salvajes mientras contribuyes, sin querer, a su destrucción. Por eso, esa limitación se convierte en una fuente de creatividad para enriquecer mis viajes sin dañar los lugares por donde paso. No hay entorno más exigente que un barco: agua, gas, espacio, electricidad... todo es limitado. Hasta el viento se hace rogar. Un barco es una maqueta de la vida real que te recuerda los límites del planeta.
Así, mi viaje se construye en torno a las respuestas que surgen de esas limitaciones. Uno de los caminos que exploro activamente es el de la tecnología apropiada (low-tech): herramientas diseñadas para facilitar la vida, con criterios de durabilidad, reparabilidad y enfoque humano. Esta búsqueda me llevó a Marruecos, Senegal, Cabo Verde, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile e incluso la Antártida, en busca de saberes artesanales e industriales que respondan a esa lógica. Volvamos al hilo: relaciones humanas, transporte sin contaminación, convivencia con las limitaciones, creatividad. Este proyecto no es ninguna sorpresa. ¿Qué puede tener más sentido que documentar un saber ancestral, construir una balsa con comunidades aymaras, y descender 4800 km del Amazonas en equipo?
Hasta ahora, ninguna duda ha logrado desviarme de esta ruta. Así que documento, construyo, descubro y preparo poco a poco este viaje lento por el corazón del Amazonas.
El punto de vista será el de la tripulación: cada integrante tendrá un espacio frente a la cámara para expresar su experiencia. El esfuerzo físico del remo, la intensidad mental del mayor río del mundo, la densidad humana y animal del bosque, la historia de estas embarcaciones —que incluso se cruzaron con los españoles en el siglo XVI— serán algunos de los temas de esta película de viaje.
Más que un desafío deportivo, será una experiencia emocional y sensorial que sumergirá al espectador en la vivencia del equipo.Sentido sin gasolina... Solo falta encontrar un nombre para esta expedición.