Después de 18 días de logística para esquivar las malditas represas hidroeléctricas situadas entre Bolivia y Brasil, Pipilintu se encuentra en un entorno completamente nuevo.
¡Adiós Bolivia, Río Béni; bem-vindo ao Brasil, Río Madeira!
El impredecible Río Madeira, más ancho y más habitado, se convierte en nuestra nueva ruta. Entre cocodrilos, enormes barcazas, mineros de oro clandestinos y aldeas aisladas, cada día trae descubrimientos —a veces fascinantes, a veces inquietantes—.
Salida de Porto Velho 🌊
El 30 de agosto de 2025 dejamos Porto Velho y damos nuestras primeras paladas brasileñas al amanecer. La marina brasileña, que nos había prometido acompañarnos al principio, nunca apareció. El mensaje es claro: ahora estamos solos.
Desde los primeros metros, pequeñas olas cubren la proa y la popa del barco... Rápidamente nos damos cuenta de dos cosas:
- El barco se dobló durante el izado.
- Ya no podemos sentarnos en las bellas puntas. Esos lugares de relax donde amábamos dormir largas siestas ahora están condenados a inundarse con la más mínima ola y a pudrirse lentamente...
¡Ese tipo de cosas baja la moral! Apenas un tercio de la expedición, y ya Pipilintu tiene mala cara.
Como siempre, nos adaptamos rápido. Este barco más pequeño, sobrecargado de equipo, es simplemente nuestra nueva realidad.
Pipilintu: ¿espías de la policía federal en un barco tradicional? 🕵️
Después de cierta fama en Bolivia, nadie en Brasil conoce la expedición: solo somos cuatro gringos de aspecto sospechoso, en un barco bastante curioso.
Los primeros contactos con los ribeirinhos (brasileños que viven a orillas de los ríos) son bastante extraños. La gente se acerca con timidez, sin decir palabra, y no responde realmente a nuestras tentativas de conversación; a menudo se limitan a filmarnos, con los ojos escondidos detrás de sus celulares.
Pronto descubrimos la razón de ese comportamiento temeroso: un rumor se ha propagado rápidamente sobre nosotros, y así, supuestamente somos espías de la policía federal en una misión de reconocimiento para una próxima redada que quemará todas las dragas ilegales de oro. No hace falta decir que algunos nos miran con desconfianza. De la risa pasamos al asombro al ver cuán rápido se propaga esta “fake news” por todas las redes sociales.
La cima de la fama y la generosidad ribeirinha 🤲
Por suerte, también encontramos a mucha gente amable y curiosa, que se acerca con las manos llenas (frutas, pescados, bebidas frías) para animarnos y sacarse fotos con nosotros mientras navegamos. ¡Qué generosidad! Rechazamos con pesar unas deliciosas sandías porque ya tenemos cuatro de 15 kilos cada una amontonadas a bordo. A veces terminamos con seis o siete canoas amarradas a cada lado de Pipilintu, mientras uno de los pobres compañeros sigue remando como puede.
Una noche, somos recibidos con entusiasmo por Eder y su hijo Jeffinho (exfutbolista profesional del club de Manaus). Comparten la expedición en sus redes sociales. El proyecto se vuelve viral. Recibimos más visitas, más actos de generosidad, y varias veces somos invitados a dormir en hoteles o comer en restaurantes.
Otra noche, en la ciudad de Borba, hay un gran concierto al aire libre en la plaza principal. Está lleno a reventar, y es difícil moverse sin que varias personas nos paren para tomarse fotos.
Esa viralidad no le quita nada a la belleza y autenticidad de los encuentros. Como en Bolivia, somos recibidos con curiosidad y compartimos mucho con las comunidades ribeirinhas. Una noche dormimos en casa de un quesero de 21 años. Aislado con sus 30 vacas, nos ofrece leche de búfala recién ordeñada mientras le cocinamos una buena cena. Otra noche, un pastor de una pequeña comunidad insiste en hacernos una gran fogata y nos indica el mejor lugar para poner nuestras carpas o hamacas.
Cuando no nos detenemos en una comunidad (el 80% del tiempo), dormimos en la mata —la selva—. En ese caso, hay que estar atentos, hacer una gran fogata y aguantar, porque los mosquitos están hambrientos y, en cualquier momento, pueden aparecer animales salvajes.
Navegación autónoma, sin ejército, ¡como los grandes! 🐊
Nuestra nueva vida brasileña trae muchas novedades, esta vez sobre el agua.
Ya no estamos con la armada boliviana, que nos acompañó durante los primeros 1200 km. Pipilintu está mucho más cargado, y tenemos que reorganizar todo el almacenamiento de nuestras cosas y provisiones. Fabien, como buen capitán, se encarga cada día de organizar la navegación: qué lugar alcanzar, cómo zigzaguear entre las islas, etc.
La pesca de arrastre, que practicamos con éxito en Bolivia, queda rápidamente en el olvido. Aunque seguimos pescando bien, nunca iguala los grandes y sabrosos pescados que nos regalan en todos lados. ¡Nos volvemos perezosos! Y más aún el día en que una treintena de tambaqui, pirarara, pacú y piracatinga saltan por sí solos sobre la cubierta del barco.
Otro tema: ¡el calor! A pesar del toldo que fabricamos, morimos de calor. Como desde el inicio de la aventura, solemos terminar nuestros turnos de remo con un chapuzón en el río —nunca por mucho tiempo—, siempre con una idea en la cabeza: los cocodrilos que vemos de vez en cuando y que podrían tener ganas de probar nuestras piernas musculosas. Pero ni así logramos refrescarnos: el agua está tan caliente que parece una bañera.
El único momento de frescura llega cuando nos golpean los grandes temporales: tormentas tropicales cortas pero intensas. Cada día, casi siempre por la tarde, vemos enormes nubes negras que se acercan corriendo. Tenemos apenas unos minutos para amarrar todo, cubrir lo necesario y acercarnos a la orilla. Luego nos ponemos los chalecos salvavidas y resistimos 5 o 10 minutos de viento y lluvia torrencial.
El primer temporal nos sorprende en medio del río, con olas enormes, cinco metros de visibilidad y un viento que casi nos arranca del barco. ¡Nos asustamos bastante! Con el tiempo y la costumbre, aprendemos a disfrutar esos momentos excitantes y refrescantes.
Actividades a bordo 🔧
¡Nunca nos aburrimos a bordo! Desde que entramos a Brasil, los delfines rosados nos acompañan constantemente. El suave sonido de su respiración, los majestuosos nubarrones que se elevan y los árboles que bailan con el viento nos hipnotizan por horas.
Además de esos largos momentos de contemplación, la tripulación siempre encuentra algo que hacer: conversar, leer, escribir, escuchar podcasts, cocinar, tocar la guitarra, cuidarse o reparar cosas.
El barco recibe cariño cada día: nunca pasa un día sin que alguien esté reparando o mejorando algo en nuestro querido Pipilintu. Todos tratamos, con más o menos éxito, de mantener nuestras cosas secas. Siempre hay alguien lavando su ropa o peleando con su colchón inflable.
El día pasa volando, tanto que muchas veces, cuando llegamos a un lugar para dormir, todavía hay un tripulante desnudo, saliendo de su baño en el río.
Complicaciones y dudas 😬
A mediados de septiembre, notamos claramente que estamos perdiendo mucha corriente (la corriente representa más de la mitad de la energía que nos hace avanzar).
Nos cuesta mucho alcanzar nuestro objetivo diario de 50 km. Nos levantamos cada vez más temprano y llegamos a jornadas de 12 horas: de 5 a 17 h. Remamos más que nunca, siempre con el mismo ritmo: 30 minutos por persona. ¡El cansancio es intenso! Nos dormimos al instante cada noche, con dolores en las articulaciones (rodillas, codos), señales claras de sobrecarga.
Buscamos soluciones. Para descansar el cuerpo y la mente, organizamos pausas para cada tripulante. Fabien se detiene primero, dos días en Novo Aripuanã, dejando que los otros tres sigan. Luego Santiago descansa en Borba, y después Benjamin.
Mientras tanto, avanzamos poco. Después de días enteros de esfuerzo con solo 30 o 40 km recorridos, no podemos evitar imaginar que la corriente seguirá debilitándose hasta el Atlántico. Ya llevamos dos meses en el agua, y a este ritmo, tardaremos otros dos más...
Estas incertidumbres nos afectan el ánimo. Además, el barco sigue hundiéndose poco a poco. Empapado a diario por los temporales, también sufre el paso de enormes barcos que se acercan demasiado y nos empapan con sus olas.
A pesar de todo, los días pasan, ¡y poco a poco seguimos avanzando!
Llegada al Río Amazonas 🌊
Después de exactamente tres semanas de calor, dudas y asombro, el color del río empieza a cambiar. El Madeira se ensancha y se une al legendario Río Amazonas.
Donde las aguas se mezclan, Pipilintu se desliza lentamente, como absorbido por la inmensidad. Nos miramos en silencio. Cansados, quemados, empapados, pero vivos. El sueño continúa, ahora sobre el río más grande del mundo.